El secreto creativo: Déjate afectar.

He practicado buceo unas cuatro veces en mi vida. La primera vez fue sobre un arrecife en una reserva natural en Venezuela y fue la primera vez que noté como algo me afectaba de forma definitiva.

Recuerdo haber dejado atrás las olas de aquella costa blanca con las chapaletas puestas y el respirador apretado entre los dientes. El instructor nos ordenó sumergirnos, y hasta ese momento nunca había sentido el miedo que sólo se siente cuando te juegas la vida.

Frente a mí una barrera oscura y polvorienta se levantaba impidiéndome ver nada más que revoltosas nubes submarinas. La corriente fría nos invitaban a subir, mientras el Instructor nos empujaba obligándonos a atravesar aquella gruesa capa de polvo.

Por un instante no fui capaz de ver nada. Tan sólo escuchaba las burbujas aceleradas de mi respirador junto al ritmo frenético de mi corazón. En esos momentos hay que recordar respirar y la mente juega con ideas improbables, apenas unos segundos después: la luz nos invadió.

Un profundo chispazo de color acompañado de una gigantesca cantidad de movimiento. Estábamos sobre corales de tonos rosas y verdes, miles de pequeños pececitos nos recibieron en cardúmenes que parecían bailar a nuestro paso, y el sol a trece metros bajo el agua simulaba una masa blanca y brillante que penetraba tímidamente sobre nuestras cabezas como cintas de satén blanco.

Fue un momento mágico. Donde sin poder evitarlo te enfrentas a una sensación de asombro tan radical que difícilmente olvidas. Aquella experiencia me marcó dejando el recuerdo cristalino de lo que significa el asombro.

Pocas veces en mi vida me he sentido de forma similar, y esperar experimentar algo igual es sin duda pedir demasiado.  Sin embargo, ser capaz de vivir momentos en donde reconsideramos nuestros miedos, no debería ser tan extraño.

Asombro

Cada vez que he experimentado el asombro, mi mente cambia su forma de ver la realidad. Desde aquella vez buceando en los corales, hasta el momento en el que algo te sorprende, cuestionas la forma en cómo has vivido hasta ahora. Se trata de una invitación a superar algo que te ha hecho establecer un límite en donde no existía ningún obstáculo.

Es por eso que el asombro es tan fundamental. Pero son tan escasos esos momentos de comprensión que no contamos con ellos como una herramienta de aprendizaje.

Nuestra sociedad actual nos ha llevado a ansiar la rutina, lo predecible, pues el descubrimiento en general se encuentra detrás de un gran cambio o un instante de estrés. Cosas que nuestro cerebro evita a toda costa, pues ambos casos implican perder o soltar algo que considerábamos seguras.

¿Puedo asombrarme a propósito?

Las redes sociales nos han hecho notar algo que hemos padecido desde el principio de los tiempos. Ser aceptado por el «grupo» es sumamente importante para nosotros. Si nuestros iguales se protegen criticando una práctica, un artista, o hobby, es natural que los forjemos prejuicios antes de enfrentar por nosotros mismos dicha experiencia. «Ya ven a dónde voy.»

Los prejuicios te protegen de que el asombro te afecte.

Es parte de la muy mencionada «Inteligencia emocional». Que nos enseña a blindar nuestras emociones y nuestra forma de ver el mundo con el fin de prepararnos a lo imprevisto.

Formar prejuicios es un acto reflejo.

Quizá en tiempos pasados cuando éramos hordas o poblaciones pequeñas que vivían en grupos donde todos eran conocidos los prejuicios no nos afectaban de la misma forma que la actual. En aquel tiempo si encontrábamos un desconocido en el camino aquella era sin duda una persona temible. Este no compartía nada de nuestra línea temporal. No sabía de los últimos chismes del pueblo, tampoco tenía registro de nuestras victorias y derrotas, mucho menos de nuestras relaciones o rango en la comunidad, es decir: aquel extraño no era parte de nuestro mundo.

“Suena a ciencia ficción”.

Los prejuicios nos protegían de situaciones en donde lo común se encontraba con lo extraño.

Actualmente todos conocen los eventos de escala mundial. Compartimos la misma historia: La primera y segunda guerra mundial, los grandes migraciones, las caída de las torres gemelas, e incluso compartimos el mismo mapa “El mundí”. Es muy probable, que sin mucho esfuerzo encuentres en Internet información histórica sobre “El desconocido”, y él antes de venir de visita, ya ha investigado a los personajes de la comunidad local, quien es el alcalde, quienes los artistas reconocidos, las personas de autoridad.

¿Qué que tiene que ver todo esto con los momentos de maravilla, el asombro y originalidad?  Todo.

Nuestros viejos mecanismos de defensa nos protegen de las maravillas y la tecnología hace que enfrentarnos al asombro, sea cada vez más improbable.

¿Qué opciones tenemos?

Dejarse afectar.

Quizá no puedas crear el evento artificial que sea capaz de asombrarte. Tampoco creas posible que seas capaz de manufacturar el momento justo, en el que tu conocimiento y tu atención se sincronizen, creando ideas geniales, es cierto, es imposible; pero, si puedes elegir exponerte a experiencias que tengan la mayor posibilidad de asombrarte.

Shadow of the Colosus

Existen actividades que están diseñadas para generar asombro. Obras de teatro, conciertos, libros, vídeo juegos (casi todos los de Role Play), están pensados para sorprender y generar en el espectador un momento «WOW». Sin embargo, necesita que pongas de tu parte, que estés atento y expuesto a la posibilidad de que esto, es algo que quieres que forme parte de ti.

Si vas a un concierto. La experiencia comienza desde el momento de la entrada a la sala, las conversaciones de los otros y los saludos de los desconocidos, los flash de las fotografías. Entonces se bajan las luces e inicia la música, y tú, como espectador, debes decidir si es momento de dejar que lo que viene te afecte.

¿Cómo hacerlo?

Estando allí, notando que en el presente estás mirando un evento que no se repetirá, que nunca podrá ser revivido por nadie de la forma en que tú lo estás viviendo.

Bajar las defensas no siempre es perjudicial. Decide que esto, te afectará y será parte de ti. Decidir dejar juzgar y comenzar a vivir.

Déjate afectar. Comienza a darte el gusto de volver a experimentar la maravilla que sienten los niños cuando saltan sobre un charco en el camino, o abren las manos para recibir la lluvia.

¿Qué dices? ¿Te dejarás afectar?

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